La cima más alta, tocar el techo del mundo, escalar el Everest.
Desde el refugio situado a 8450 metros de altura la expedición japonesa junto a sus tres sherpas nepalíes hacía planes. Todo tenía que salir según estaba previsto porque su supervivencia dependía de ello. Tenía que estar de vuelta al campamento nº3 antes de que cayese la noche, de otra forma, nunca regresarían.
A pesar de que aquella mañana de Julio se desató una tormenta, la expedición japonesa emprendió el ascenso. Muy cerca de la vía de escalada, a 8500 metros de altura, se encontraron a un alpinista herido. Tenía algunas partes de su cuerpo congeladas, sobrevivía a duras penas. La expedición japonesa no detuvo su ritmo, ignoró al alpinista indio abandonándolo a su suerte y siguió su ascenso hacía la cima.
Un poco más arriba a 8550 metros de altura las condiciones empezaron a ser algo más duras, así que decidieron parar un instante para cambiar el oxígeno de las bombonas, para tomar algún bocado y reponer. Muy cerca del lugar donde se habían detenido encontraron a otros dos alpinistas indios. Uno estaba tendido en el suelo, agonizaba. El otro en cuclillas temblaba aterido de frío pero aún vivía. La expedición japonesa no detuvo su marcha, siguió hacía arriba, hacía la cima, ignorando de nuevo a los alpinistas indios. Ninguno de ellos se acercó para darles algo de oxígeno de las bombonas, para darles algo de comer. No intercambiaron ni una palabra, solo miradas.
Tras un sacrificio sobrehumano la expedición japonesa coronó la cima y regresó al campamento Nº 3 antes de que cayese la noche tal y como estaba previsto. La aventura había culminado con éxito. A esas cotas de altura, como es natural, la cadena de mando es incuestionable, uno tiene que obedecer ciegamente al capitán porque su supervivencia depende de ello.
Pero al bajar de la montaña las cosas cambian y los sherpas nepalíes no se podían quitar de la cabeza las miradas de súplica de los alpinistas indios que se habían encontrado en el ascenso. Así que contaron lo sucedido y los medios de comunicación se hicieron eco de su relato. Dedicaron grandes titulares criticando la actitud de la expedición japonesa.
El escándalo obligó a la expedición a dar una rueda de prensa y, el líder –un joven de 21 años- trataba de justificar su comportamiento. Decía ante los periodistas que a esas cotas de altura solo uno asume el riesgo y, por lo tanto, solo uno paga el precio. Decía que estaban demasiado cansados como para socorrer a nadie. Y lo peor, lo que a mi me resulta peor, dijo que a 8000 metros de altura uno no se puede permitir tener moral.
A mi me parece, familiares y amigos, que vivimos a 8000 metros de altura en muchos aspectos. Grandes decisiones que nos atañen a todos se toman a 8000 metros de altura. Y nos hablan de cambiar las perspectivas y de armas de destrucción masiva y se toman grandes decisiones a 8000 metros de altura. Las primeras víctimas de vivir a 8000 metros son los más indefensos y desamparados. Probablemente en aquellas cumbres la vista sea inigualable y el subidón de adrenalina sea increíble (no lo dudo) pero, a veces, uno se queda con la visión que tiene a nivel del mar, acodado en las barras de las tascas de mi barrio, allí donde se ven a las personas que padecen los rigores de vivir a esa altura.
Ismael Serrano. Gira "Naves Ardiendo más allá de Orión" sept.2005, Teatro Caupolicán, Santiago de Chile.
domingo, mayo 13, 2007
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3 comentarios:
mucha gente que vive en el olimpo no sabe lo que hay a bajo, de ahí se toman decisiones sin saber lo que a bajo se siente y de arriba ejercen su poder.
irreverent, iconoclastic, ecléctic e liberty
http://telamamaria.blogspot.com in Catalonia - Spain
thank
Yo estuve ahi, lo escuché... volver a leerlo es casi mágico... besotes...
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