domingo, mayo 27, 2007
Los gemidos de mi vecina
Esta es otra historia de tantas, con las q el Sr. Serrano nos ha hecho soñar en sus conciertos...espero les guste:
El otro día conocí a mi nuevo vecino, un tipo raro.
Estaba el otro día bajando las escaleras, estaba bajando la basura al contenedor, y me lo encontré allí en el portal hablando solo. La verdad es que me dio un poco de miedo; el portal a oscuras, el y yo solos, y el tipo hablando solo.
Enseguida el tipo me sorprendió detrás de el y me dijo "no pasa nada, estoy hablando solo" Y dije, "A mucho mejor, me quedo mas tranquilo", y al rato me dijo "No se preocupe, estaba hablando con Carlos Gardel" y yo le dije… "ah, de puta madre"
Resulta que mi vecino es esquizofrénico, y lleva desde los 15 años hablando con Carlos Gardel. El sabe que es una alucinación, y que solo lo ve el, pero de vez en cuando, cuando están a solas, no puede evitar darle de vez en cuando conversación.
Y yo pensé:"¿Como mola no?, que de puta madre, tener a Carlos Gardel siempre a mano para darte algún consejo, o te cante un tango en un momento dado"El caso es que la cosa no quedo ahí, mi vecino y yo nos hicimos muy buenos amigos, y me contó su historia: Me contó que se acababa de mudar de casa, y que andaba triste, y yo le dije "Claro normal, uno se apega a las cosas de una manera un tanto absurda; luego marcharse... se hace duro" y el me dijo…" no, resulta que alli quedo una mujer
"Una noche, me contaba, en su antigua casa, llego tarde, salió tarde del trabajo, y llego bien entrada la noche, así que se quito su ropa enseguida, se puso su pijama, encendió el televisor, y empezó a zapear, a ver cualquier cosa, mientras iba y venia al frigorífico picando cualquier cosa.
Y de repente, como un pulmón lejano, a lo lejos, me cuenta mi vecino, escucho como sonaban los gemidos de su vecina, como un leve terremoto, poco a poco, cada vez mas fuertes…., al final temblaban los cristales de las ventanas. Mi vecino no lo penso 2 veces, me contó enseguida, apago el televisor, bajo un poco la luz y se dejo mecer, dejo que los gemidos de su vecina se metieran debajo de su pijama, que se posaran encima de su mesilla, dejo que los gemidos nadaran debajo de la cama, y le movieran las pelusas, dejo que los gemidos agitaran la ropa tendida en la bañera, y durmió… Durmió como nunca, dijo que nunca había tenido un despertar tan dulce, su vida cambio por completo a partir de entonces, todos los días ella puntual con sus gemidos, y mi vecino feliz, apagando la luz y el televisor. El caso es que su vida cambio, y no solo su vida, sino la de todo el bloque, la gente se saludaba con un animo muy diferente, se daban grandes abrazos, incluida la vieja del tercero, que siempre se había negado a poner parabólica en el edificio.. en la siguiente reunión "parabólica y lo que haga falta, esto es maravilloso".
Pero la vecina de los gemidos, nunca iba a las juntas, y mi vecino todavía no la conocía, no sabia como era su rostro. Una noche, mi vecino había quedado con unos amigos, iban de caza, se había puesto su mejor traje y corbata, y ya estaba preparándose para irse, cuando en la habitación de al lado, enseguida, escuchó como su vecina entraba con alguien, al rato, intuyó como la ropa caía al suelo, y a poquito puntuales, los gemidos. En ese momento se quitó la americana, la colgó de la percha, se deshizo el nudo de la corbata, apagó la luz... y faltó a su cita.
Supo entonces que estaba locamente enamorado de aquella mujer. Fue entonces cuando mi vecino se tuvo que mudar de casa, y venirse a mi barrio.
Y me cuenta, que de vez en cuando, el abre las ventanas de par en par, y afinando el oído, a lo lejos, puede escuchar a una mujer gimiendo. Dice que es su antigua vecina, que le busca… no se si será verdad... pero yo por si acaso... abro las ventanas...
Mi vecino se había enamorado perdidamente de aquella mujer, así que, tenia que salir en su búsqueda, y un día, como que no quiere la cosa se presentó en su antigua casa, con la excusa de recoger el correo, y llamo a la puerta de aquella mujer. Llamó una vez, y no abrió nadie, volvió a llamar, y tampoco abrió nadie; así que decidió marcharse. Cuando ya se iba, salió la vieja del tercero (la de la parabólica) y entonces le dijo; que ella ya no vivía allí, que también se había mudado al poco de irse el, ella también se había ido:
"Pero si quiere usted, le digo donde trabaja" le dijo la vieja… y mi vecino "dígamelo ya mismo por favor". Ella le dijo que trabajaba en la oficina del INEM.
Total que una mañana, el se presenta en la puerta de su oficina para encontrarla, y así fue; la encontró tras la puerta de cristal. Dice mi vecino que es tal y como se la había imaginado, (no me preguntes como) el caso es que estaba atendiendo a un lado del mostrador, y al otro lado una larga cola de gente, que esperaban para dar la solicitud de trabajo.
A mi vecino le temblaban las piernas como a Bambi, y no encontraba el momento para cruzar la puerta de cristal e ir a hablar con ella. Así que se armó de valor, cruzó la puerta, y se puso a la cola.
Por fin le toco su turno y ella le pregunto con la mirada dulce:-¿es la primera vez?
Y mi vecino encantado dijo:- Como si lo fuera
El caso es que, ella le dijo que rellenara un formulario, y el obediente lo relleno.
Después ella le dijo:-Bueno, tengo que hacerle algunas preguntas
A lo que me vecino le contestó:- Si usted supiera las que yo tengo que hacerle a usted
Así que ella dijo con el lápiz en la mano, y apuntando en el papel; ¿Estudios? , y claro mi vecino entendió cualquier cosa, entendió mordisco en el cuello, besos en la espalda, arañazos, en que podía pensar, si recordaba los gemidos permanentemente de aquella mujer, y era imposible abstraerse de esa situación.
Aunque al final, contesto:-Se abrir una botella de cerveza con los dientes, conozco las canciones de Silvio Rodríguez, e incluso alguna de Gardel, de hecho las de Gardel de primera mano, me las canta al oído. Conozco exactamente la situación de la estrella polar, así que si fuese navegando nunca me perdería, pero no se navegar, así que lo de la estrella polar, quítelo.
Ella sonriente le dijo: creo que no me ha entendido, le pregunte por su formación.-
Conozco perfectamente la barra de todos los bares de mi barrio, se perfectamente como por ellas se deslizan las pena y las cervezas de los que por allí pasan, conozco perfectamente los efectos terapéuticos del mojito, conozco las espaldas de algunas mujeres y sus geografías.
Y ella ya enfadada mirándole a los ojos dijo: ¡A muy bonito! ¿Y en que quiere trabajar el señorito?-
Ahora que lo dice, me gustaría ser interiorista, ahora que lo dice, me gustaría ser el bombero que apaga los fuegos a mi vecina, me gustaría ser probador de hamacas, para eso hay que saber dormir, y de eso yo se un rato largo. Me encantaría ser el que le afina las guitarras a Eric Clapton, me encantaría ser el cartero de Pablo Neruda, el que canta nanas a su hija cuando la tengamos, me encantaría ser jardinero en Marte, desmantelador de misiles nucleares, pescador en los bares de la luna, me encantaría ser cuidador de unicornios azules.
El caso es que mi vecino no consiguió el trabajo, pero consiguió el teléfono de ella, mucho mejor. Por la noche quedaron, tuvieron una cita, y aquella noche ardió la ciudad, se dijeron alguna mentira, o 2, pero da igual, porque uno se creía la mentira del otro y viceversa así que da igual.
El caso es que aquella noche se dijeron grandes cosas, y bebieron como si lo fueran a prohibir. Fue una noche intensa. Mi vecino entonces descubrió que estaba enamorado, sobre todo cuando la noche acababa, como las agujas del reloj, cuando aparecían por detrás de los edificios ella le pregunto:-¿Y como apareciste aquella mañana por mi oficina? Mi vecino me dijo que sabía que no podía mentir a aquella mujer, a la que quería y amaba tanto, tenia que decirle la verdad en ese momento, y se la dijo. Le hablo del eco de sus gemidos rebotando en el pasillo, de los gemidos que quedaban en el edredón por las noches, de cómo cuando faltaban sus susurros y jadeos llegaba tarde, desvelado y cabreado al trabajo, como adelantaba la salida del trabajo, no fuera que empezaran sin el. Le hablo de cómo la amaba, desde el momento que, como un terremoto, aquel primer jadeo entro por su ventana.
Y él pensó que la había cagado, porque ella cayó, se hizo un silencio un tanto tenso. Hasta que ella miro los ojos de el, y le dijo: -Así que los gemidos…. Vaya. ¿Y Carlos Gardel no tiene ninguna canción al respecto?
Mi vecino se quedó con la boca y los ojos totalmente abiertos como platos y totalmente pálidos, y dijo ella.- Es que Carlos Gardel lleva siguiéndonos toda la noche, y no te has molestado en presentármelo.Así es como mi vecino dejo de hablar solo desde entonces. Ahora son mis vecinos, se vinieron los 2 para casa, y mi vecino tenia razón, vaya nochecitas…
Así que ya sabéis, les recomiendo que de madrugada si andan desvelados, si tienen insomnio, abran las ventanas de par en par, que afinen el oído, y sobre el rumor de la ciudad, podrán escuchar a una pareja haciendo el amor, apaguen la luz y el televisor, y abrazen a su pareja. Y escuchen sudar al cabrón de mi vecino.
Y yo ya dejo de escribir, me voy a ir a la habitación, a abrir las ventanas de par en par…. NO VAYA A SER QUE EMPIEZEN SIN MI...
viernes, mayo 25, 2007
KDDA en Santiago de Chile
martes, mayo 15, 2007
LA DULCE CAROLA
Yo conozco la historia de un tipo que se enamoró desde una ventana. Es la historia de un amigo, vive en México, en el D.F., trabaja en la octava planta de un edificio, en unas oficinas en el centro de la ciudad.
Y un día, estaba con la mirada perdida en el smog del D.F. cuando bajó la mirada del cielo a la calle; o más bien del smog al cielo, porque allí estaba ella, la dulce Carola, de belleza soberbia, radiante cruzaba la calle, y a sus pasos se detenía toda la ciudad. En frente, había un edificio en obras, y todos detenían su ritmo frenético para observar aquella mujer.
Un obrero estuvo tentado de lanzarle un piropo, pero el de al lado le dio un codazo para callarlo; tal era el silencio litúrgico que imponía esa mujer. Y mi amigo se quedó embobado mirando aquella mujer, cruzando la calle…
Ella iba pensando en lo suyo, pensando quizás en lo duro que iba a ser su nuevo trabajo en el restaurante de la esquina. Se quedó embobado viendo cómo la puerta del restaurante devoraba a aquella mujer menuda, y supo mi amigo que nada sería igual.
A la mañana siguiente, después de haber estado toda la noche pensando en aquella mujer, mi amigo salió a la ventana, se asomó… Y allí la encontró. Y aquella cita era diaria, aquella cita se convirtió en una obsesión; día a tras día mi amigo se asomaba a la ventana y la veía pasar, se preguntaba como sería ella, como sería su vida, como despertaría, como dormiría. Pasaban los días, y pasaban los meses, y mi amigo a veces creía percibir el perfume de ella desde lo alto del edificio, fíjate. Creía escucharla tararear una canción y la melodía le perseguía durante todo el día. Y pasaban los meses, y pasaron años… Y mi amigo asomado a la ventana, preocupándose cuando la veía caminar bajo la lluvia sin paraguas, preocupado cuando la creía ver mas delgada… Paso mucho tiempo, y muchas veces estuvo tentado de bajar los ocho pisos para decirle a aquella mujer, que: ¡que diablos! que la amaba. Pero no lo hizo.
Y paso mucho tiempo, cuatro años asomado a la ventana, y planeando el momento preciso para acercarse a ella… Y por fin tomo una decisión: sería este día. Ese día terrible, mi amigo se sorprendió un poco cuando no la vio pasar por debajo de su ventana, pero aún así se fue a buscarla al restaurante; buscó a Carola entre las mesas pero no la encontró, así que preguntó al encargado. Le dijo que Carola se había marchado, no del restaurante, del D.F… Se había ido a Acapulco con su familia, y no iba a volver más…
Y mi amigo supo del sabor amargo de la derrota. Supo que aquella mujer no volvería a cruzar por debajo de su ventana, y subió los ocho piso arrastrando los pies, y no se sorprendió cuando en la octava planta encontró a todo el mundo alborotado, de un lado para otro, frenéticos. Alguien con el rostro desencajado le dijo que la empresa había quebrado, que estaban en la bancarrota, así que todos en la calle. En un día había perdido todo: la mujer que amaba, el trabajo,… Volvió para casa, no muy sorprendido, todo encajaba. El mundo se derrumbaba y lo hacia todo de una vez.
Durante mucho tiempo estuvo abandonándose en casa, sin saber que hacer, y solamente pensando en la dulce Carola. Primero sin el valor para salir a buscarla a Acapulco, y luego sin la plata necesaria. Pasó otro año, 5 años desde que vio a Carola por primera vez, y decidió, pues, tomar una decisión. Empezó a buscar trabajo, pero mi amigo tenia 39 años, y en México no es fácil encontrar trabajo a esa edad, porque ya no eres el joven agresivo que buscan las empresas, sabes?, y en todas las entrevistas de trabajo le decían que no y que no.
Así que mi amigo decidió tomar una decisión que cambió su vida. Decidió buscar a un coyote (un coyote en México es un tipo que se dedica a negocios turbios). Veréis, mi amigo buscaría a un coyote para que le hiciese una falsificación de la partida de nacimiento; mi amigo bien podría aparentar 34, así que le pediría al coyote una partida de nacimiento que dijera que tiene 34 para así poder acceder a algún puesto de trabajo. Así pues, mi amigo se fue para la Plaza de Santo Domingo, cerca del Zócalo, donde están los coyotes…Y ahí tienes a mi amigo perdido, colgado de un lado para otro. Se acabó perdiendo entre las callejuelas, y apareció en un callejón inhóspito, en un portal antiguo, viejo. Observó como un anciano le sonreía y le hacia señas para que le siguiera. Mi amigo siguió a aquel misterioso hombre, y supo que era un coyote. Le dijo: - yo soy tu hombre, se lo que necesitas, - si ya se, necesito una partida de nacimiento que falsifique que tengo 34, - vale, vale, dame tus datos. Empezó a tomar datos, y mientras tomaba datos, el viejo coyote, le dijo:
-¿ Alguna vez estuviste en Acapulco?
Y a mi amigo le dio un vuelco al corazón y se deshacía en el ácido del recuerdo, - Nunca.-
El viejo le dijo: ” Veras, yo vivo cerca de la autopista hacia Acapulco, cerca de Tepozlán, ¿Conoces la curva del autopista?” ¿conocéis la leyenda, verdad?, mi amigo también; la del fantasma que hacía autostop en el mismo sitio, que se subía en el primer coche y desaparecía en la misma curva en que se mato… Aquella carretera estaba deshabitada. Casi nadie pasaba por allí por miedo al fantasma. mi amigo asintió, y el viejo le dijo: “Pues veras, muchas veces he estado tentado de agarrar la autopista para Acapulco y empezar de nuevo… Espera un momento”. Y mi amigo, se quedó pensando en Acapulco y mil huidas. Al rato vino el viejo coyote, con los documentos falsos, y se fue para casa. Aquella noche sólo pudo dormir con el recuerdo de la dulce Carola.
A la mañana, el teléfono sonó bien temprano. Alguien al otro lado le decía: “Oye que tienes que venir a la reunión, que es urgentísimo, que tienes que estar aquí, vente para la oficina!”. Y mi amigo colgó el teléfono, maldiciendo al tipo al otro lado de la línea: “¡la oficina!..bah”. El caso es que antes de despedirse, el coyote le había dicho: “Ten cuidado, vuelves a tener 34 años, no repitas lo errores”. Y pensó en las palabras del coyote mientras se despertaba; encendió la radio, y en la radio las noticias de otras veces… Mi amigo buscando los papeles del coyote; no los encontraba… De repente alguien dijo la fecha: era la de hacía 5 años. Bajó corriendo las escaleras y compró el primer periódico que vio. Miró la fecha… y era la de hacía cinco años. Volvía tener 34 años. Agarró el primer taxi que vio, se fue para su oficina volando, subió las ocho plantas corriendo, y allí estaba todo igual: su mismo despacho, la misma gente…Y la misma ventana. Mi amigo se acercó a ella, se asomó y su aliento se detuvo; como toda la ciudad, al paso de la dulce Carola. Todo empezaba de nuevo.
Ahí tienes a mi amigo, con todo el futuro por delante, o con todo el pasado, no se muy bien. Volviendo a mirar por la ventana y encontrándose con aquella mujer; ahora jugaba con ventaja, porque conocía los plazos del tiempo que le quedaba. Aún así, dejó pasar el primer año deleitándose, asomándose por la ventana, y planificando bien la declaración de amor; pensando en la pose precisa, en las palabras adecuadas, y dejó pasar el tiempo. Un día se presentó en el restaurante a la hora de comer, se sentó en la primera mesa que vio libre, y vio a Carola, deambulando entre las mesas, se acercó, se puso delante de él, y le dijo: “¿Qué desea?”. Aquel era el momento, ésa era su oportunidad, así que su garganta se tensó como una guitarra, y mirándola le dijo:
“Una sopa de cebolla y un filete de ráchela bien cocido, por favor”.
Carola tomó nota y se fue. Mi amigo se estuvo maldiciendo toda la noche, así que al día siguiente, ahí le tienes, sentando a la mesa, mirando a Carola, clavando sus pupilas en las de ella y diciendo: “una sopa de cebolla y unos tacos de camarones, por favor”. Y al día siguiente, armándose de valor: “Una sopa de cebolla sólo, por favor”. Y así, día tras día, asomándose por las ventanas viéndola pasar, y a la hora de comer asomándose a una sopa de cebolla… Y el tiempo pasaba. A veces mi amigo creía que ella fijaba su vista en él, y entonces, ahhhh amigo… Entonces las palomas del parque volaban, los borrachos en las tabernas brindaban a su salud, los feligreses en las iglesias se abrazaban, y los soldados en primera línea de fuego se daban largos besos en la boca. Qué va. Ella no reparaba en él. Y pasaba el tiempo, pasaban los días, pasaban los meses, y pasaban los años, años de sopa de cebolla. Por fin llego el momento; no podía retrasar más la declaración. Al día siguiente Carola se iba, y aquella noche casi no durmió mi amigo. Pero al día siguiente ahi se presento, se acercó a Carola como todos los días, y le dedico una sonrisa, quizás mas afectuosa que otras veces. El caso es que se hizo silencio un instante que pareció eterno, ahí pensó decir “Me gustas cuando callas por que estas como ausente”, o no se, quizás, “¿Por qué me despierto de madrugada mientras todos duermen?” Pensó en decirle:” Me dueles mansamente, me dueles, quítame la cabeza, córtame el cuello, porque nada queda de mí después de este amor”. Pensó en decirle simplemente: “Quédate conmigo, por favor”. Y por fin: “Una sopa de cebolla, por favor”. Era inevitable. Mi amigo comió la sopa de cebolla como un condenado a muerte, en calma y en silencio, y se fue para casa. Ni siquiera pasó por su despacho, sabia que la derrota era inevitable, y a mi no me sorprende mucho porque creo que alguien dijo una vez: que “los amores cobardes, no llegan ni amores, ni a historias; se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.
Al principio mi amigo se derrumbó, pero luego…. Luego también, pero trató de buscar de nuevo al coyote para encontrar la posibilidad de…. De yo qué sé. Y se fue para la plaza de Santo Domingo, y rebuscando encontró el nuevo callejón y el antiguo portal… Y no. Encontró una sucursal del Fondo Monetario Internacional; esos eran otros coyotes, no le interesaban. Así que recordó las palabras del viejo coyote: cerca de Tepozlan, recordó la curva del autostopista. Agarró el carro y se fue para allá… No se sorprendió cuando se encontró un pueblo fantasma; aquel pueblo era una sombra del pasado, todo ruinas, abandonado desde hacía mas de 50 años.
Empezaba a hacerse de noche. Mi amigo se sonrió, asumió la derrota y decidió volver a casa cuando ya era noche cerrada. Entró en el coche y, al poco de salir del pueblo, encontró a una chica haciendo autostop en el arcén. Mi amigo no lo dudó, paró, bajó la ventanilla, y “¿A dónde vas?”: - al D.F. “Pues sube”, y al poco de subirse ella dijo: - tenga mucho cuidado en la siguiente curva. Y apenas pudo acabar la frase, porque en la última palabra sonó el reventón de una rueda, así que mi amigo, se tuvo que hacer a un lado de la carretera, y dijo: “disculpa”… Y tenías que ver la cara del autoestopista. Porque la curva quedaba lejos.
Bueno…Pues, se detuvieron, él bajó a cambiar la rueda, y ella con él… Y empezaron a hablar; una conversación trivial, pequeñas cosas, que fueron creciendo como bolas de nieve hasta convertirse en grandes cosas - ¿Y tú de dónde eres?, - Pues yo del D.F., y él le preguntaba :”Y a qué te dedicas”, y ella decía: “antes estudiaba, pero ya no”… Al rato no sé que le estaría contando él porque ella se descojonaba de risa, y jamás nadie había tardado tanto en cambiar una rueda, la verdad. Y la noche pasaba, y mi amigo le empezó a contar la historia de la dulce Carola, del coyote, y de la ventana, y de la sopa de cebolla, y le decía a la mujer: “¿Te lo crees?”, y la mujer decía:
“Si yo te contara… Yo sé lo que es desaparecer justo en el momento preciso, yo sé lo que es repetir la historia una y otra vez…. Yo te entiendo”.
- ¿Tu crees en los amores a primera vista? ¿acaso existen otros?
Aquella mujer, la autostopista era hermosa, no se si tanto como Carola, pero era hermosa, triste pero hermosa. Aquel silencio fue eterno, y él le dijo: volvamos al coche, te llevo al D.F. Y mientras se subían al coche, el pensó en decirle: “Quédate conmigo, huyamos juntos a cualquier sitio, empecemos de nuevo, yo que se!”, y quizás ella pensaba lo mismo, pero, sin embargo, dijo: “Ten cuidado con esa curva”. Y mi amigo tuvo mucho cuidado, paso la curva, y con los ojos fijos en la carretera, mi amigo no se atrevía a mirar en el asiento de al lado. Quizás ella también se había marchado como la dulce Carola y volvía a estar solo, y sabiéndose solo, se dirigió hacia la autopista y cuando iba a entrar en ella escucho una voz al lado que decía:
“¿Alguna vez has estado en Acapulco?”
Mi amigo miro en el asiento de al lado y hay seguía ella, ahora estoy seguro era mas hermosa que Carola, mi amigo dijo:” Nunca”, y ella le dijo: “Pues llévame”. Y se fueron, y así siguen en la carretera. Mi amigo no volvió a ver a Carola, porque lo importante no era Acapulco, lo importante era el viaje, y saber que hay que tener memoria para no repetir los errores y saber que la historia no se debe repetir.
Sobre los fantasmas, no sé si creer. Yo no sé si hay vida después de la muerte. Hay gente que se cuestiona si hay vida antes de la muerte. Yo personalmente me cuestiono si hay vida antes de las 12 de la mañana…
El caso es que por aquella carretera ahora pasan después de media noche, no se si existe un coyote que me devuelva a mi pasado, no creo, pero yo personalmente no dejare que pases por debajo de mi ventana sin pedirte que te quedes conmigo, ni que subas a mi coche sin que emprendamos una urgente huida.
Y un día, estaba con la mirada perdida en el smog del D.F. cuando bajó la mirada del cielo a la calle; o más bien del smog al cielo, porque allí estaba ella, la dulce Carola, de belleza soberbia, radiante cruzaba la calle, y a sus pasos se detenía toda la ciudad. En frente, había un edificio en obras, y todos detenían su ritmo frenético para observar aquella mujer.
Un obrero estuvo tentado de lanzarle un piropo, pero el de al lado le dio un codazo para callarlo; tal era el silencio litúrgico que imponía esa mujer. Y mi amigo se quedó embobado mirando aquella mujer, cruzando la calle…
Ella iba pensando en lo suyo, pensando quizás en lo duro que iba a ser su nuevo trabajo en el restaurante de la esquina. Se quedó embobado viendo cómo la puerta del restaurante devoraba a aquella mujer menuda, y supo mi amigo que nada sería igual.
A la mañana siguiente, después de haber estado toda la noche pensando en aquella mujer, mi amigo salió a la ventana, se asomó… Y allí la encontró. Y aquella cita era diaria, aquella cita se convirtió en una obsesión; día a tras día mi amigo se asomaba a la ventana y la veía pasar, se preguntaba como sería ella, como sería su vida, como despertaría, como dormiría. Pasaban los días, y pasaban los meses, y mi amigo a veces creía percibir el perfume de ella desde lo alto del edificio, fíjate. Creía escucharla tararear una canción y la melodía le perseguía durante todo el día. Y pasaban los meses, y pasaron años… Y mi amigo asomado a la ventana, preocupándose cuando la veía caminar bajo la lluvia sin paraguas, preocupado cuando la creía ver mas delgada… Paso mucho tiempo, y muchas veces estuvo tentado de bajar los ocho pisos para decirle a aquella mujer, que: ¡que diablos! que la amaba. Pero no lo hizo.
Y paso mucho tiempo, cuatro años asomado a la ventana, y planeando el momento preciso para acercarse a ella… Y por fin tomo una decisión: sería este día. Ese día terrible, mi amigo se sorprendió un poco cuando no la vio pasar por debajo de su ventana, pero aún así se fue a buscarla al restaurante; buscó a Carola entre las mesas pero no la encontró, así que preguntó al encargado. Le dijo que Carola se había marchado, no del restaurante, del D.F… Se había ido a Acapulco con su familia, y no iba a volver más…
Y mi amigo supo del sabor amargo de la derrota. Supo que aquella mujer no volvería a cruzar por debajo de su ventana, y subió los ocho piso arrastrando los pies, y no se sorprendió cuando en la octava planta encontró a todo el mundo alborotado, de un lado para otro, frenéticos. Alguien con el rostro desencajado le dijo que la empresa había quebrado, que estaban en la bancarrota, así que todos en la calle. En un día había perdido todo: la mujer que amaba, el trabajo,… Volvió para casa, no muy sorprendido, todo encajaba. El mundo se derrumbaba y lo hacia todo de una vez.
Durante mucho tiempo estuvo abandonándose en casa, sin saber que hacer, y solamente pensando en la dulce Carola. Primero sin el valor para salir a buscarla a Acapulco, y luego sin la plata necesaria. Pasó otro año, 5 años desde que vio a Carola por primera vez, y decidió, pues, tomar una decisión. Empezó a buscar trabajo, pero mi amigo tenia 39 años, y en México no es fácil encontrar trabajo a esa edad, porque ya no eres el joven agresivo que buscan las empresas, sabes?, y en todas las entrevistas de trabajo le decían que no y que no.
Así que mi amigo decidió tomar una decisión que cambió su vida. Decidió buscar a un coyote (un coyote en México es un tipo que se dedica a negocios turbios). Veréis, mi amigo buscaría a un coyote para que le hiciese una falsificación de la partida de nacimiento; mi amigo bien podría aparentar 34, así que le pediría al coyote una partida de nacimiento que dijera que tiene 34 para así poder acceder a algún puesto de trabajo. Así pues, mi amigo se fue para la Plaza de Santo Domingo, cerca del Zócalo, donde están los coyotes…Y ahí tienes a mi amigo perdido, colgado de un lado para otro. Se acabó perdiendo entre las callejuelas, y apareció en un callejón inhóspito, en un portal antiguo, viejo. Observó como un anciano le sonreía y le hacia señas para que le siguiera. Mi amigo siguió a aquel misterioso hombre, y supo que era un coyote. Le dijo: - yo soy tu hombre, se lo que necesitas, - si ya se, necesito una partida de nacimiento que falsifique que tengo 34, - vale, vale, dame tus datos. Empezó a tomar datos, y mientras tomaba datos, el viejo coyote, le dijo:
-¿ Alguna vez estuviste en Acapulco?
Y a mi amigo le dio un vuelco al corazón y se deshacía en el ácido del recuerdo, - Nunca.-
El viejo le dijo: ” Veras, yo vivo cerca de la autopista hacia Acapulco, cerca de Tepozlán, ¿Conoces la curva del autopista?” ¿conocéis la leyenda, verdad?, mi amigo también; la del fantasma que hacía autostop en el mismo sitio, que se subía en el primer coche y desaparecía en la misma curva en que se mato… Aquella carretera estaba deshabitada. Casi nadie pasaba por allí por miedo al fantasma. mi amigo asintió, y el viejo le dijo: “Pues veras, muchas veces he estado tentado de agarrar la autopista para Acapulco y empezar de nuevo… Espera un momento”. Y mi amigo, se quedó pensando en Acapulco y mil huidas. Al rato vino el viejo coyote, con los documentos falsos, y se fue para casa. Aquella noche sólo pudo dormir con el recuerdo de la dulce Carola.
A la mañana, el teléfono sonó bien temprano. Alguien al otro lado le decía: “Oye que tienes que venir a la reunión, que es urgentísimo, que tienes que estar aquí, vente para la oficina!”. Y mi amigo colgó el teléfono, maldiciendo al tipo al otro lado de la línea: “¡la oficina!..bah”. El caso es que antes de despedirse, el coyote le había dicho: “Ten cuidado, vuelves a tener 34 años, no repitas lo errores”. Y pensó en las palabras del coyote mientras se despertaba; encendió la radio, y en la radio las noticias de otras veces… Mi amigo buscando los papeles del coyote; no los encontraba… De repente alguien dijo la fecha: era la de hacía 5 años. Bajó corriendo las escaleras y compró el primer periódico que vio. Miró la fecha… y era la de hacía cinco años. Volvía tener 34 años. Agarró el primer taxi que vio, se fue para su oficina volando, subió las ocho plantas corriendo, y allí estaba todo igual: su mismo despacho, la misma gente…Y la misma ventana. Mi amigo se acercó a ella, se asomó y su aliento se detuvo; como toda la ciudad, al paso de la dulce Carola. Todo empezaba de nuevo.
Ahí tienes a mi amigo, con todo el futuro por delante, o con todo el pasado, no se muy bien. Volviendo a mirar por la ventana y encontrándose con aquella mujer; ahora jugaba con ventaja, porque conocía los plazos del tiempo que le quedaba. Aún así, dejó pasar el primer año deleitándose, asomándose por la ventana, y planificando bien la declaración de amor; pensando en la pose precisa, en las palabras adecuadas, y dejó pasar el tiempo. Un día se presentó en el restaurante a la hora de comer, se sentó en la primera mesa que vio libre, y vio a Carola, deambulando entre las mesas, se acercó, se puso delante de él, y le dijo: “¿Qué desea?”. Aquel era el momento, ésa era su oportunidad, así que su garganta se tensó como una guitarra, y mirándola le dijo:
“Una sopa de cebolla y un filete de ráchela bien cocido, por favor”.
Carola tomó nota y se fue. Mi amigo se estuvo maldiciendo toda la noche, así que al día siguiente, ahí le tienes, sentando a la mesa, mirando a Carola, clavando sus pupilas en las de ella y diciendo: “una sopa de cebolla y unos tacos de camarones, por favor”. Y al día siguiente, armándose de valor: “Una sopa de cebolla sólo, por favor”. Y así, día tras día, asomándose por las ventanas viéndola pasar, y a la hora de comer asomándose a una sopa de cebolla… Y el tiempo pasaba. A veces mi amigo creía que ella fijaba su vista en él, y entonces, ahhhh amigo… Entonces las palomas del parque volaban, los borrachos en las tabernas brindaban a su salud, los feligreses en las iglesias se abrazaban, y los soldados en primera línea de fuego se daban largos besos en la boca. Qué va. Ella no reparaba en él. Y pasaba el tiempo, pasaban los días, pasaban los meses, y pasaban los años, años de sopa de cebolla. Por fin llego el momento; no podía retrasar más la declaración. Al día siguiente Carola se iba, y aquella noche casi no durmió mi amigo. Pero al día siguiente ahi se presento, se acercó a Carola como todos los días, y le dedico una sonrisa, quizás mas afectuosa que otras veces. El caso es que se hizo silencio un instante que pareció eterno, ahí pensó decir “Me gustas cuando callas por que estas como ausente”, o no se, quizás, “¿Por qué me despierto de madrugada mientras todos duermen?” Pensó en decirle:” Me dueles mansamente, me dueles, quítame la cabeza, córtame el cuello, porque nada queda de mí después de este amor”. Pensó en decirle simplemente: “Quédate conmigo, por favor”. Y por fin: “Una sopa de cebolla, por favor”. Era inevitable. Mi amigo comió la sopa de cebolla como un condenado a muerte, en calma y en silencio, y se fue para casa. Ni siquiera pasó por su despacho, sabia que la derrota era inevitable, y a mi no me sorprende mucho porque creo que alguien dijo una vez: que “los amores cobardes, no llegan ni amores, ni a historias; se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar”.
Al principio mi amigo se derrumbó, pero luego…. Luego también, pero trató de buscar de nuevo al coyote para encontrar la posibilidad de…. De yo qué sé. Y se fue para la plaza de Santo Domingo, y rebuscando encontró el nuevo callejón y el antiguo portal… Y no. Encontró una sucursal del Fondo Monetario Internacional; esos eran otros coyotes, no le interesaban. Así que recordó las palabras del viejo coyote: cerca de Tepozlan, recordó la curva del autostopista. Agarró el carro y se fue para allá… No se sorprendió cuando se encontró un pueblo fantasma; aquel pueblo era una sombra del pasado, todo ruinas, abandonado desde hacía mas de 50 años.
Empezaba a hacerse de noche. Mi amigo se sonrió, asumió la derrota y decidió volver a casa cuando ya era noche cerrada. Entró en el coche y, al poco de salir del pueblo, encontró a una chica haciendo autostop en el arcén. Mi amigo no lo dudó, paró, bajó la ventanilla, y “¿A dónde vas?”: - al D.F. “Pues sube”, y al poco de subirse ella dijo: - tenga mucho cuidado en la siguiente curva. Y apenas pudo acabar la frase, porque en la última palabra sonó el reventón de una rueda, así que mi amigo, se tuvo que hacer a un lado de la carretera, y dijo: “disculpa”… Y tenías que ver la cara del autoestopista. Porque la curva quedaba lejos.
Bueno…Pues, se detuvieron, él bajó a cambiar la rueda, y ella con él… Y empezaron a hablar; una conversación trivial, pequeñas cosas, que fueron creciendo como bolas de nieve hasta convertirse en grandes cosas - ¿Y tú de dónde eres?, - Pues yo del D.F., y él le preguntaba :”Y a qué te dedicas”, y ella decía: “antes estudiaba, pero ya no”… Al rato no sé que le estaría contando él porque ella se descojonaba de risa, y jamás nadie había tardado tanto en cambiar una rueda, la verdad. Y la noche pasaba, y mi amigo le empezó a contar la historia de la dulce Carola, del coyote, y de la ventana, y de la sopa de cebolla, y le decía a la mujer: “¿Te lo crees?”, y la mujer decía:
“Si yo te contara… Yo sé lo que es desaparecer justo en el momento preciso, yo sé lo que es repetir la historia una y otra vez…. Yo te entiendo”.
- ¿Tu crees en los amores a primera vista? ¿acaso existen otros?
Aquella mujer, la autostopista era hermosa, no se si tanto como Carola, pero era hermosa, triste pero hermosa. Aquel silencio fue eterno, y él le dijo: volvamos al coche, te llevo al D.F. Y mientras se subían al coche, el pensó en decirle: “Quédate conmigo, huyamos juntos a cualquier sitio, empecemos de nuevo, yo que se!”, y quizás ella pensaba lo mismo, pero, sin embargo, dijo: “Ten cuidado con esa curva”. Y mi amigo tuvo mucho cuidado, paso la curva, y con los ojos fijos en la carretera, mi amigo no se atrevía a mirar en el asiento de al lado. Quizás ella también se había marchado como la dulce Carola y volvía a estar solo, y sabiéndose solo, se dirigió hacia la autopista y cuando iba a entrar en ella escucho una voz al lado que decía:
“¿Alguna vez has estado en Acapulco?”
Mi amigo miro en el asiento de al lado y hay seguía ella, ahora estoy seguro era mas hermosa que Carola, mi amigo dijo:” Nunca”, y ella le dijo: “Pues llévame”. Y se fueron, y así siguen en la carretera. Mi amigo no volvió a ver a Carola, porque lo importante no era Acapulco, lo importante era el viaje, y saber que hay que tener memoria para no repetir los errores y saber que la historia no se debe repetir.
Sobre los fantasmas, no sé si creer. Yo no sé si hay vida después de la muerte. Hay gente que se cuestiona si hay vida antes de la muerte. Yo personalmente me cuestiono si hay vida antes de las 12 de la mañana…
El caso es que por aquella carretera ahora pasan después de media noche, no se si existe un coyote que me devuelva a mi pasado, no creo, pero yo personalmente no dejare que pases por debajo de mi ventana sin pedirte que te quedes conmigo, ni que subas a mi coche sin que emprendamos una urgente huida.
domingo, mayo 13, 2007
8.000 METROS DE ALTURA
La cima más alta, tocar el techo del mundo, escalar el Everest.
Desde el refugio situado a 8450 metros de altura la expedición japonesa junto a sus tres sherpas nepalíes hacía planes. Todo tenía que salir según estaba previsto porque su supervivencia dependía de ello. Tenía que estar de vuelta al campamento nº3 antes de que cayese la noche, de otra forma, nunca regresarían.
A pesar de que aquella mañana de Julio se desató una tormenta, la expedición japonesa emprendió el ascenso. Muy cerca de la vía de escalada, a 8500 metros de altura, se encontraron a un alpinista herido. Tenía algunas partes de su cuerpo congeladas, sobrevivía a duras penas. La expedición japonesa no detuvo su ritmo, ignoró al alpinista indio abandonándolo a su suerte y siguió su ascenso hacía la cima.
Un poco más arriba a 8550 metros de altura las condiciones empezaron a ser algo más duras, así que decidieron parar un instante para cambiar el oxígeno de las bombonas, para tomar algún bocado y reponer. Muy cerca del lugar donde se habían detenido encontraron a otros dos alpinistas indios. Uno estaba tendido en el suelo, agonizaba. El otro en cuclillas temblaba aterido de frío pero aún vivía. La expedición japonesa no detuvo su marcha, siguió hacía arriba, hacía la cima, ignorando de nuevo a los alpinistas indios. Ninguno de ellos se acercó para darles algo de oxígeno de las bombonas, para darles algo de comer. No intercambiaron ni una palabra, solo miradas.
Tras un sacrificio sobrehumano la expedición japonesa coronó la cima y regresó al campamento Nº 3 antes de que cayese la noche tal y como estaba previsto. La aventura había culminado con éxito. A esas cotas de altura, como es natural, la cadena de mando es incuestionable, uno tiene que obedecer ciegamente al capitán porque su supervivencia depende de ello.
Pero al bajar de la montaña las cosas cambian y los sherpas nepalíes no se podían quitar de la cabeza las miradas de súplica de los alpinistas indios que se habían encontrado en el ascenso. Así que contaron lo sucedido y los medios de comunicación se hicieron eco de su relato. Dedicaron grandes titulares criticando la actitud de la expedición japonesa.
El escándalo obligó a la expedición a dar una rueda de prensa y, el líder –un joven de 21 años- trataba de justificar su comportamiento. Decía ante los periodistas que a esas cotas de altura solo uno asume el riesgo y, por lo tanto, solo uno paga el precio. Decía que estaban demasiado cansados como para socorrer a nadie. Y lo peor, lo que a mi me resulta peor, dijo que a 8000 metros de altura uno no se puede permitir tener moral.
A mi me parece, familiares y amigos, que vivimos a 8000 metros de altura en muchos aspectos. Grandes decisiones que nos atañen a todos se toman a 8000 metros de altura. Y nos hablan de cambiar las perspectivas y de armas de destrucción masiva y se toman grandes decisiones a 8000 metros de altura. Las primeras víctimas de vivir a 8000 metros son los más indefensos y desamparados. Probablemente en aquellas cumbres la vista sea inigualable y el subidón de adrenalina sea increíble (no lo dudo) pero, a veces, uno se queda con la visión que tiene a nivel del mar, acodado en las barras de las tascas de mi barrio, allí donde se ven a las personas que padecen los rigores de vivir a esa altura.
Ismael Serrano. Gira "Naves Ardiendo más allá de Orión" sept.2005, Teatro Caupolicán, Santiago de Chile.
Desde el refugio situado a 8450 metros de altura la expedición japonesa junto a sus tres sherpas nepalíes hacía planes. Todo tenía que salir según estaba previsto porque su supervivencia dependía de ello. Tenía que estar de vuelta al campamento nº3 antes de que cayese la noche, de otra forma, nunca regresarían.
A pesar de que aquella mañana de Julio se desató una tormenta, la expedición japonesa emprendió el ascenso. Muy cerca de la vía de escalada, a 8500 metros de altura, se encontraron a un alpinista herido. Tenía algunas partes de su cuerpo congeladas, sobrevivía a duras penas. La expedición japonesa no detuvo su ritmo, ignoró al alpinista indio abandonándolo a su suerte y siguió su ascenso hacía la cima.
Un poco más arriba a 8550 metros de altura las condiciones empezaron a ser algo más duras, así que decidieron parar un instante para cambiar el oxígeno de las bombonas, para tomar algún bocado y reponer. Muy cerca del lugar donde se habían detenido encontraron a otros dos alpinistas indios. Uno estaba tendido en el suelo, agonizaba. El otro en cuclillas temblaba aterido de frío pero aún vivía. La expedición japonesa no detuvo su marcha, siguió hacía arriba, hacía la cima, ignorando de nuevo a los alpinistas indios. Ninguno de ellos se acercó para darles algo de oxígeno de las bombonas, para darles algo de comer. No intercambiaron ni una palabra, solo miradas.
Tras un sacrificio sobrehumano la expedición japonesa coronó la cima y regresó al campamento Nº 3 antes de que cayese la noche tal y como estaba previsto. La aventura había culminado con éxito. A esas cotas de altura, como es natural, la cadena de mando es incuestionable, uno tiene que obedecer ciegamente al capitán porque su supervivencia depende de ello.
Pero al bajar de la montaña las cosas cambian y los sherpas nepalíes no se podían quitar de la cabeza las miradas de súplica de los alpinistas indios que se habían encontrado en el ascenso. Así que contaron lo sucedido y los medios de comunicación se hicieron eco de su relato. Dedicaron grandes titulares criticando la actitud de la expedición japonesa.
El escándalo obligó a la expedición a dar una rueda de prensa y, el líder –un joven de 21 años- trataba de justificar su comportamiento. Decía ante los periodistas que a esas cotas de altura solo uno asume el riesgo y, por lo tanto, solo uno paga el precio. Decía que estaban demasiado cansados como para socorrer a nadie. Y lo peor, lo que a mi me resulta peor, dijo que a 8000 metros de altura uno no se puede permitir tener moral.
A mi me parece, familiares y amigos, que vivimos a 8000 metros de altura en muchos aspectos. Grandes decisiones que nos atañen a todos se toman a 8000 metros de altura. Y nos hablan de cambiar las perspectivas y de armas de destrucción masiva y se toman grandes decisiones a 8000 metros de altura. Las primeras víctimas de vivir a 8000 metros son los más indefensos y desamparados. Probablemente en aquellas cumbres la vista sea inigualable y el subidón de adrenalina sea increíble (no lo dudo) pero, a veces, uno se queda con la visión que tiene a nivel del mar, acodado en las barras de las tascas de mi barrio, allí donde se ven a las personas que padecen los rigores de vivir a esa altura.
Ismael Serrano. Gira "Naves Ardiendo más allá de Orión" sept.2005, Teatro Caupolicán, Santiago de Chile.
viernes, mayo 11, 2007
LA TRISTEZA Y LA FURIA
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta... En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez... Un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida – sin saber por qué – se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró... Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza... Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta, es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es solo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Había una vez... Un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos, entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida – sin saber por qué – se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró... Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza... Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta, es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es solo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
CUPIDO Y LA MUERTE
Cuentan que una noche un niño no podía dormir. Ese mismo día les habían comunicado en el colegio que un compañero suyo se había marchado al cielo y era su mejor amigo.
Llamó a su padre y le preguntó: ¿por qué mueren los niños cuando hay ancianos que ya han vivido tanto tiempo? Y el padre, para hacerle comprender le contó la siguiente historia…
“Un día Cupido y la Muerte se encontraron por el bosque, se abrazaron con gran alegría y comenzaron a charlar. Se quejaban de lo cansados y aburridos que estaban de hacer siempre el mismo trabajo, lanzando flechas allá por donde pasaban, uno provocando muertes, el otro enamorando a gentes. Y así charlando se les echó la noche encima y, con ella, el frío.
Decidieron descansar juntos en una cueva cercana y tras encender una pequeña hoguera siguieron contándose sus peripecias… Al fin el cansancio pudo con ellos y se quedaron profundamente dormidos…
A la mañana siguiente fue el canto de los pájaros y la luz de la mañana lo que los despertó. Se dieron cuenta de lo tarde que era y rápidamente fueron a coger sus flechas, pero todas se habían mezclado y ya no podían saber cuál pertenecía a cada uno, con lo que cogieron cada uno un puñado y se marcharon cada cual por su lado...
Por eso ahora cuando Cupido lanza una flecha, un niño muere y cuando la Muerte lanza la suya, dos ancianos se enamoran.
Llamó a su padre y le preguntó: ¿por qué mueren los niños cuando hay ancianos que ya han vivido tanto tiempo? Y el padre, para hacerle comprender le contó la siguiente historia…
“Un día Cupido y la Muerte se encontraron por el bosque, se abrazaron con gran alegría y comenzaron a charlar. Se quejaban de lo cansados y aburridos que estaban de hacer siempre el mismo trabajo, lanzando flechas allá por donde pasaban, uno provocando muertes, el otro enamorando a gentes. Y así charlando se les echó la noche encima y, con ella, el frío.
Decidieron descansar juntos en una cueva cercana y tras encender una pequeña hoguera siguieron contándose sus peripecias… Al fin el cansancio pudo con ellos y se quedaron profundamente dormidos…
A la mañana siguiente fue el canto de los pájaros y la luz de la mañana lo que los despertó. Se dieron cuenta de lo tarde que era y rápidamente fueron a coger sus flechas, pero todas se habían mezclado y ya no podían saber cuál pertenecía a cada uno, con lo que cogieron cada uno un puñado y se marcharon cada cual por su lado...
Por eso ahora cuando Cupido lanza una flecha, un niño muere y cuando la Muerte lanza la suya, dos ancianos se enamoran.
miércoles, mayo 09, 2007
CARTAS DE AMOR
Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores, casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito.
A ellos lo que les paso fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:-Bueno, ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión.
Se acercó a la mesa y dijo:-¿Me permite?-
Por supuesto esto sólo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general cuando dices:-¿Me permites?, dicen -¿De qué? A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá que inventar otra historia en la que ella le dice ¿De qué?, en este caso ella lo invito a él para que se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de que hablar, y:
-¿y qué lees? Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, y ya mal, empezamos mal, muy mal, por ahí no.
-Pues bonito día..Pero enseguida empezaron a profundizar, por que ella dijo:-Sí la verdad es que hace un bonito día. Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó alguna mentira, que si era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde, cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola.
Por entonces ya estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían gustos cinematográficos, y por eso fue que él le dijo:-Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella? Y ella:-No-Oye, quedamos el fin de semana-Vale..Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que él rompía a llorar en cada escena en la que salía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció, yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en los musicales,
y le dijo: Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano...Ismael ¿qué?-Pero a ti, ¿te gustan los cantautores?-Los de verdad me gustan. Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando el empezó a cantar aquella de "Vértigo", pues se atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:-Sabes, creo que me tengo que ir durante un tiempo -Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida...
y ella dijo:-No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos, y todo lo poco que nos falta para vernos. Él dijo que bueno, que vale:-Pero que si no te vas casi mejor, ¿no?.
Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era cierto aquello de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
A los quince días puntualmente llegó la carta de ella, toda llena de besos y de caricias, de te echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le diría que volvía pronto.
Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa, se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron creo que diez años, quince, no me acuerdo.
Y un día ella, sin saber como ni porqué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debía esconder algún gran tesoro, grandes riquezas, y realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte. Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta que le han robado lo que más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién sabe si falsas.
Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor, declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y llevarla a la guarida no era moco de pavo.
Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de encontrar alguna carta, o a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer era tirarlas al río o quemarlas, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea:
Un día, nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta!!! Los ladrones habían decidido mandarle las cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden. Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos, aquellos momentos en los que quizá un día leería la carta en la que ella diría: Pronto estaré allí...
A ellos lo que les paso fue que él había quedado en aquel café con una persona que no vino, y claro, la vio a ella sentada en la mesa del café, radiante, así que, harto de esperar no se cortó un pelo y dijo:-Bueno, ya que he venido hasta aquí, no puedo desaprovechar esta ocasión.
Se acercó a la mesa y dijo:-¿Me permite?-
Por supuesto esto sólo suele pasar en las historias que te cuentan otros, nunca en la vida real, por lo general cuando dices:-¿Me permites?, dicen -¿De qué? A lo mejor ella estaba esperando a alguien que tampoco vino, quién sabe, yo qué sé, habrá que inventar otra historia en la que ella le dice ¿De qué?, en este caso ella lo invito a él para que se sentase, y él se sentó. Y claro, no había de que hablar, y:
-¿y qué lees? Lo malo fue que él no había leído nada del escritor que ella estaba leyendo, y ya mal, empezamos mal, muy mal, por ahí no.
-Pues bonito día..Pero enseguida empezaron a profundizar, por que ella dijo:-Sí la verdad es que hace un bonito día. Y aunque no lo hiciera. Pero poco a poco él fue venciendo esa timidez que le caracteriza y fueron profundizando. Al principio él para llamar su atención contó alguna mentira, que si era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde, cuando ya se conocían más, cuando pasaron del café a la habana con coca cola.
Por entonces ya estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, y compartían gustos cinematográficos, y por eso fue que él le dijo:-Oye, y si vamos a ver esta, ¿has visto La vida es bella? Y ella:-No-Oye, quedamos el fin de semana-Vale..Y aquel fin de semana pues, yo no sé muy bien si para sorprenderla o no, pero el caso es que él rompía a llorar en cada escena en la que salía el chaval pequeño, esto a ella le enterneció, yo quiero pensar que era de verdad. Resulta que coincidían en más gustos, y también en los musicales,
y le dijo: Oye, este fin de semana toca Ismael Serrano...Ismael ¿qué?-Pero a ti, ¿te gustan los cantautores?-Los de verdad me gustan. Pero él le convenció a ella y fueron. Cuando el empezó a cantar aquella de "Vértigo", pues se atrevió a cogerle la mano. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, pero no por esto de Ismael Serrano, ni por el Vértigo, quizá más por aquello de llorar con La vida es bella.
Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta de que está perdidamente enamorado de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad. Los momentos importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios, no estoy muy seguro de lo que acabo de decir, pero es una buena frase. Pero fue en aquel café en donde ella le dijo:-Sabes, creo que me tengo que ir durante un tiempo -Yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida...
y ella dijo:-No te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la que te contaré todo lo que he hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos, y todo lo poco que nos falta para vernos. Él dijo que bueno, que vale:-Pero que si no te vas casi mejor, ¿no?.
Pero se fue. Fue entonces cuando descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era cierto aquello de que un clavo saca otro clavo, que a veces es cierto que los amores a primera vista existen, bueno, ¿es que acaso hay otros?.
A los quince días puntualmente llegó la carta de ella, toda llena de besos y de caricias, de te echo de menos, él lloró, y esta vez era de verdad. Y guardaba las cartas con mucho cariño encima de la mesilla. Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se iban acumulando. Y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le diría que volvía pronto.
Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían en la casa, se compró una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porque eran su gran tesoro, porque vivía para leer las cartas que ella le había escrito, porque ella era lo que más quería, y así pasaron creo que diez años, quince, no me acuerdo.
Y un día ella, sin saber como ni porqué, dejó de escribir, y al quince día él se encontró el buzón vacío, y el alma partida en dos. Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día él salió de casa, porque tenía que salir, y unos ladrones entraron en su casa. Al ver allí la gran caja fuerte no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debía esconder algún gran tesoro, grandes riquezas, y realmente no era. Y se llevaron la gran caja fuerte. Imagínate la desolación de nuestro protagonista cuando llega a su casa y se da cuenta que le han robado lo que más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo cuando no sonaba el jodido teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién sabe si falsas.
Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Pero imagínate la cara de los ladrones cuando abren la caja fuerte y se encuentran montones de cartas de amor, declaraciones imposibles. El jefe de los ladrones se enfadó un poquito, pues la caja pesaba, y llevarla a la guarida no era moco de pavo.
Nuestro hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de encontrar alguna carta, o a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido sin saber ya qué hacer. El jefe ladrón lo que dijo es que aquellas cartas lo que había que hacer era tirarlas al río o quemarlas, lo que fuera, pero que desaparecieran de inmediato. Pero el más joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea:
Un día, nuestro hombre llegó a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el buzón ¿Adivina lo que se encontró?... Una carta!!! Los ladrones habían decidido mandarle las cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden. Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos, aquellos momentos en los que quizá un día leería la carta en la que ella diría: Pronto estaré allí...
martes, mayo 08, 2007
UN MUERTO ENCIERRAS
Como tantas madrugadas encerrados en un coche, en una calle sin luz, una calle sin nombre, los dos frente a frente se miran despacio, tras dedicarse al amor y su trabajo. Secan su sudor, secan su sudor, tal como han aprendido, no han olvidado.
Él piensa "ya nada es lo de antes, la vida debe estar en otra parte", donde no la divisa porque ella le ciega con cárceles de oro, con amor sin tregua. Ya nunca volverán, ya nunca volverán a hacer nada por vez primera.
Ataremos bandadas de gorriones a nuestras muñecas, huiremos lejos de aquí, a otro planeta. Llévame donde no estés, un muerto encierras.
Él le regala unas manos llenas de mentiras, ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia. Ayer eclipse de sol eran sus pupilas, hoy son lagunas negras donde el mal se hacina. Qué pena me da, qué pena me da, todo se termina.
Ella ya no ama sus vicios, le busca en los ojos, pasa un ángel volando y se encuentra con otro. Ayer sus dos brazos eran fuertes ramas donde guarecerse, hoy son cuerdas que atan. Qué pena me da, qué pena me da, qué pena me da, todo se acaba.
Él decide por fin vomitar las ideas, ella lo sabe y tranquilamente lo espera. Sin calma planea su fuga este preso, ella no lo mira, no aguanta su aliento. Ya llegó el final, y van a encontrar en su corazón arena de desierto.
Perdida la calma, se pone muy serio, cunde el pánico y le invade un horrible miedo. Su boca cobarde pronuncia: "Te quiero. No te vayas nunca, no te vayas lejos".
Y ella echa a temblar, ella echa a temblar: "Yo también te quiero".
(I.S)
Él piensa "ya nada es lo de antes, la vida debe estar en otra parte", donde no la divisa porque ella le ciega con cárceles de oro, con amor sin tregua. Ya nunca volverán, ya nunca volverán a hacer nada por vez primera.
Ataremos bandadas de gorriones a nuestras muñecas, huiremos lejos de aquí, a otro planeta. Llévame donde no estés, un muerto encierras.
Él le regala unas manos llenas de mentiras, ya no le parece tan bello el cuerpo que acaricia. Ayer eclipse de sol eran sus pupilas, hoy son lagunas negras donde el mal se hacina. Qué pena me da, qué pena me da, todo se termina.
Ella ya no ama sus vicios, le busca en los ojos, pasa un ángel volando y se encuentra con otro. Ayer sus dos brazos eran fuertes ramas donde guarecerse, hoy son cuerdas que atan. Qué pena me da, qué pena me da, qué pena me da, todo se acaba.
Él decide por fin vomitar las ideas, ella lo sabe y tranquilamente lo espera. Sin calma planea su fuga este preso, ella no lo mira, no aguanta su aliento. Ya llegó el final, y van a encontrar en su corazón arena de desierto.
Perdida la calma, se pone muy serio, cunde el pánico y le invade un horrible miedo. Su boca cobarde pronuncia: "Te quiero. No te vayas nunca, no te vayas lejos".
Y ella echa a temblar, ella echa a temblar: "Yo también te quiero".
(I.S)
jueves, mayo 03, 2007
la Belen anda enamorá
- Mami, la profesora quiere hablar contigo, después de la reunión de apoderados...
- y porq?
- no se, parece q es por mis notas...
Me quedo pensando, voy al colegio de mi hija, y claro, hablé con la señorita Daniela y me dice q efectivamente la Belen ha bajado sus notas, en comparación a los años anteriores q siempre fue alumna sobre 6.5, ahora ya lleva 4 notas rojas, las cuales yo ya estaba enterada, porq mi propia hija me lo informó, en fin, me comprometo con la profe q mi hija subirá las notas.
La profe llama a la Belen y le dice:
- Belen, tienes q subir las notas, eres una niña muy inteligente y lo has demostrado con creces todos estos años..
- si sé tia, prometo estudiar!! :(
Dulcemente la profe la abraza y le dice.."y no seas tan enamoradiza, si subes las notas prometo q a partir de junio te sentarás con el niño q te gusta"...
y las tres nos pusimos a reir, y es q la Belen se nos ha enamoradooooooo.. llegó un niño nuevo al curso, se llama Yerko, y todo el dia me habla de ese niño, de q es lindo, inteligente, simpatico, q le va a decir q lo quiere, pero q mejor no, q mejor le escribirá una carta, etc etc...y a la profe le escribió una carta pidiendole q la siente con él, porq esta enamorada del Yerko ...no se a quien salió mi hija...tan enamoradiza!!!! si yo nunca me "enamoro" !!! jejeje.
Crees en el amor a primera vista¿?
Es q acaso existen otros?¿
- y porq?
- no se, parece q es por mis notas...
Me quedo pensando, voy al colegio de mi hija, y claro, hablé con la señorita Daniela y me dice q efectivamente la Belen ha bajado sus notas, en comparación a los años anteriores q siempre fue alumna sobre 6.5, ahora ya lleva 4 notas rojas, las cuales yo ya estaba enterada, porq mi propia hija me lo informó, en fin, me comprometo con la profe q mi hija subirá las notas.
La profe llama a la Belen y le dice:
- Belen, tienes q subir las notas, eres una niña muy inteligente y lo has demostrado con creces todos estos años..
- si sé tia, prometo estudiar!! :(
Dulcemente la profe la abraza y le dice.."y no seas tan enamoradiza, si subes las notas prometo q a partir de junio te sentarás con el niño q te gusta"...
y las tres nos pusimos a reir, y es q la Belen se nos ha enamoradooooooo.. llegó un niño nuevo al curso, se llama Yerko, y todo el dia me habla de ese niño, de q es lindo, inteligente, simpatico, q le va a decir q lo quiere, pero q mejor no, q mejor le escribirá una carta, etc etc...y a la profe le escribió una carta pidiendole q la siente con él, porq esta enamorada del Yerko ...no se a quien salió mi hija...tan enamoradiza!!!! si yo nunca me "enamoro" !!! jejeje.
Crees en el amor a primera vista¿?
Es q acaso existen otros?¿
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